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Sabía que lo más difícil de la expedición era conseguir compañía. Era sábado por la tarde y todos tenían algo que hacer. Llamé a ese amigo que todos tenemos, ese amigo que siempre está soltero, que es buena gente, que no se queja nunca y que se entusiasma hasta para ir a cambiar un bombillo. Cité a Manuel en la 86 con 14. Nuestro puerto de partida.

Entramos a “Lewinski”, un sitio que se camufla en un segundo piso entre boutiques y salones de belleza, que con su nombre le hace un sentido homenaje a la concubina que pasó hace un tiempo por la casa blanca. Lewinski es un sitio de “medio pelo”, oscuro y se dedica a los shows de streaptease. A menos que no le hayan adelantado la prima o la liquidación, Manuel y yo no le recomendamos que venga, los streaptease son del montón y sus precios son desorbitantes. La cerveza cuesta 25 mil y la media de aguardiente doscientos mil.  Pregunté si Elvis Presley había bebido de la botella y me mandaron a la porra. Compramos una cerveza, nos la tomamos y le dije a Manuel -Vámonos, las mujeres están feas, el sitio está caro y esta vaina se va a llenar- Manuel asintió con la cabeza y me mostró la puerta. Afuera nos esperaba Maximiliano, el conductor de un taxi que contratamos por toda la noche. Uno nunca sabe que le pueda pasar, vaya uno a saber si al final de la noche  necesitaríamos cupo para cuatro. Mejor ser precavidos.

 

Cogimos la carrera 15 y paramos en la calle 94 en Äroma y tanga. Nos bajamos del taxi y nos abrieron la puerta cuatro señores en sombrilla como si fuésemos 50 cent. El sitio es muy angosto, es de ancho como su barra y de unos quince metros de largo. El concepto del sitio es sencillo: Las niñas hacen todo. Ellas lo atienden, lo entretienen, le charlan, le bailan, le cobran y lo acompañan a su casa, si usted gusta. El striptease cuesta sesenta mil y le aseguramos que no se sentirá estafado. “Las niñas” parecen haber pagado la misma academia de baile que Shakira.  El striptease  como mínimo lo dejara impresionado. Compramos con Manuel media botella de aguardiente y nos sentamos a charlar con tres de “las niñas”. Hablamos de todo, de sus novios, de la vida, del presidente Santos y de su trabajo, fueron muy amables y nunca nos presionaron para pagar el striptease, nos piropearon y nos fuimos.

Nos montamos en nuestro taxi – que para mí ya tenia pinta de carrosa- y nos dirigimos a Casablanca en la 116 con autopista. Llegamos y por fuera parecía mas una embajada: llena de camionetas con sus respectivos gorilas, con rejas negras y un timbre en la entrada. Manuel timbró y nos abrió un señor que tenia cara de pocos amigos. Nos preguntó si teníamos reserva, y tras la obvia respuesta, nos montamos en nuestro taxi. Al otro día me metí a Internet y encontré que Casa Blanca es un sitio misterioso y que es VIP. Ni nuestra pinta ni nuestros bolsillos estaban a la altura.

-Maximiliano vamos para la 140 con 19 dijo Manuel. Al bajarnos, nos topamos con lo que algunos dirían “un moridero”.  En la entrada de Burlesk estaba un tipo borracho que era portero, mesero y gerente. Nos dio una mesa y la carta. Consumir es una obligación y nuestra billetera ya estaba muy liviana, nos miramos y sabíamos que lo mejor era pedir cerveza.

-Dos Póker, por favor- Le dije al mesero. Antes que las cervezas, llegaron las mujeres a nuestra mesa. Nos preguntaron si queríamos que se sentaran a tomar con nosotros. Le comente  al oído a Manuel que no íbamos a pagar un striptease ,ni íbamos a comprar nada serio de tomar –además que no creo que haya nada mas mísero que compartir una cerveza- que se inventara algo. Manuel les dijo que queríamos ver qué tal bailaban para que pudiéramos decidir. Una de ellas se paró y le pidió al mesero un reggaetón, se dirigió al tubo y empezó su número.

Diría que el baile fue aceptable, tenía mucha elasticidad, tenía unas piernas de ciclista y una cola de aquellas. Apenas todo parecía indicar que se nos iba a sentar encima, la canción se acabó. Tal como las telenovelas: Se acaba en la mejor parte para que te veas el próximo capítulo. Le dije a Manuel que teníamos que volarnos como sea. Dijimos que íbamos al carro por plata. Llamamos a Maximiliano y retornamos a las calles.

Eran las dos, y la noche se hacía larga. Llegamos a “Oz”, un sitio en la caracas con 74, exactamente en el lugar del atentado a Fernando Londoño.  Entramos al segundo piso. El sitio es grande y es también discoteca. Las mujeres bailaban a través de una pasarela blanca y larga y los clientes se sientan a los costados. El sitio intenta simular un desfile de modas. Nos sentamos en pleno show mientras el reguetón toteaba a lo que podía. El sitio estaba lleno de grupos de hombres, la música era buena, y el show estaba buenísimo. Sabíamos que valía la pena. Rompimos el marrano y compramos otra media de aguardiente. Vimos dos shows más que alternaban con música crossover entre uno y otro. Hablamos de todo y de nada y se terminó la botella.  Nos paramos y salimos del sitio “con el tumbao que tienen los guapos al caminar”

Entré a “la whiskeria”, el último lugar de la noche, sin enterarme que era un sitio afamado entre el gremio. Los meseros llevan smoking, las paredes están llenas de cuadros, el dorado y el plateado abundan. En general, el sitio intenta hacer gala de una alcurnia que no tiene.  Yo ya estaba borracho, cansado y mamado de ver tanta vieja regatear su dignidad. Me senté, pedí una cerveza y me quedé observando el show. Sentado solo en un grande y cómodo sillón, me sentía poderoso y conocedor del gremio del striptease en Bogotá, que estaba siendo observado por varias mujeres. Cuando en realidad el cuadro era deprimente: Un hombre sin plata, solo y borracho a las tres de la mañana en una whiskeria de Bogotá. Un hombre el cual, cualquier persona sentiría lastima. Sin embargo, nadie imaginase que ese hombre estaba cumpliendo responsablemente con un trabajo para la Universidad.

ESPECIAL DE STRIPERS: UN TOUR POR BOGOTÁ

Por Sebastián Nohra

 

 

 

La noche bogotana encubre lugares permeados por el aroma de un cuerpo sensual. Estos lugares, en donde los stripteases son el centro de atracción, iluminan los ojos de sus clientes a lo largo de la ciudad. Si tiene tiempo para una noche larga y entusiasta, aquí conocerá sitios recomendados

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